En su lecho de muerte Alfonso VI nombró a Urraca como su sucesora. Esta princesa había quedado viuda de su marido, Raimundo de Borgoña, con quien había tenido a sus hijos Sancha y Alfonso (futuro Alfonso VII).
Urraca fue una de las primeras reinas que gobernó en solitario de toda Europa occidental. Aquello era una rareza en aquellos tiempos, así que los nobles la obligaron a casarse con el rey Alfonso I de Aragón, “el Batallador”. La boda anunciaba una futura unión de los reinos de León y Aragón, pero resultó un completo desastre: Urraca fue maltratada por su marido, y además Alfonso no mostró interés en tener hijos, así que se acabaron separando y divorciando. Esto supuso casi tres décadas de guerras entre León y Aragón, ya que Alfonso I invadió y ocupó Castilla largo tiempo.
Además, en 1116 comenzaron los enfrentamientos entre Urraca y su propio hijo, Alfonso Raimúndez, que estaba manipulado por el obispo de Compostela, Diego Gelmírez. En 1117 una revuelta popular en Santiago estuvo a punto de costarle la vida a la reina, que acabó siendo arrojada medio desnuda en un lodazal. Pero por si fueran pocos los problemas para Urraca, su hermanastra Teresa, que gobernaba el condado de Portugal, fue actuando cada vez de forma más independiente, lo que anunciaba el surgimiento de un nuevo reino.
En enero de 1124 Alfonso Raimúndez y su madre, que habían hecho las paces, tomaron Sigüenza (Guadalajara) a los musulmanes, lo que se convirtió en la única conquista importante de este periodo.
Urraca falleció cerca de Saldaña un par de años después, el 8 o 9 de marzo de 1126. Fue enterrada en el Panteón Real de San Isidoro.